Guerras, crisis económicas, desastres naturales y
pandemias son acontecimientos catastróficos que sacan lo peor y lo mejor de las
personas –tanto de los dirigentes como del común de las gentes- y también de
los actores e instituciones sociales. Es en esas circunstancias tan adversas
como las bellas palabras se desvanecen en el aire y dan lugar a las acciones y
comportamientos concretos. Días pasados y apenas conteniendo sus lágrimas el
presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, denunció ante las cámaras el gran
engaño de la “solidaridad europea”. No existe tal cosa, dijo Vucic, es un
cuento de niños, un papel mojado. Renglón seguido agradeció la colaboración de
la República Popular China. Y tenía razón en su queja. Desde Latinoamérica
advertimos hace mucho que la Unión Europea era un mezquino tinglado diseñado
para beneficiar más que nada a Alemania a través de su control del Banco
Central Europeo (BCE) y con el Euro someter a los países de la Eurozona a los
caprichos -o los intereses- de Berlín. La titubeante reacción inicial del BCE
ante un pedido excepcional de ayuda de Italia para enfrentar la pandemia que
está devastando la península mostró por unas horas lo mismo que había
denunciado el líder serbio. Un escandaloso “sálvese quien pueda” que echa por
tierra las edulcoradas retóricas sobre la “Europa de los ciudadanos”, la
“Europa una y múltiple” y otras divagaciones por el estilo. Cuento de niños,
como dijo Vucic.
Lo mismo y más todavía vale para la pandilla de
hampones que se ha instalado en la Casa Blanca de la mano de Donald Trump quien
ante un Irán fuertemente afectado por la pandemia lo único que se le ocurrió
fue escalar las sanciones económicas en contra de Teherán. Tampoco dio muestras
de reconsiderar su genocida política del bloqueo a Cuba y a Venezuela. Mientras
Cuba, la solidaridad internacional hecha nación, auxilia a los viajeros
británicos del crucero Braemar boyando en el Caribe, Washington envía 30.000
soldados a Europa y sus ciudadanos, alentados por el “capo” salen a enfrentar
la epidemia ¡comprando armas de fuego! Nada más para argumentar.
Fiel a sus patronos el Fondo Monetario Internacional
demostró por enésima vez que es uno de los focos de la podredumbre moral del
planeta, que una vez que pase esta pandemia seguramente tendrá sus días contados.
En una decisión que lo hunde en las cloacas de la historia rechazó una
solicitud de 5.000 millones de dólares elevada por el gobierno de Nicolás
Maduro apelando al Instrumento de Financiamiento Rápido (IFR) especialmente
creado para socorrer a países afectados por el COVID19. La razón aludida para
la denegación del pedido arrasa con cualquier atisbo de legalidad porque dice,
textualmente, que «el compromiso del FMI con los países miembros se basa en el
reconocimiento oficial del gobierno por parte de la comunidad internacional,
como se refleja en la membresía del FMI. No hay claridad sobre el
reconocimiento en ese momento». Dos comentarios sobre este miserable exabrupto:
primero, todavía hoy en el sitio web del FMI figura la República Bolivariana de
Venezuela como país miembro. Por lo tanto la claridad “sobre el reconocimiento”
es total, enceguecedora. Claro que no alcanza para ocultar el hecho de que la
ayuda se le niega a Caracas por razones rastreramente políticas. Segundo,
¿desde cuándo el reconocimiento de un gobierno depende de la opinión amorfa de
la comunidad internacional y no de los órganos que la institucionalizan, como
el sistema de Naciones Unidas? Venezuela es miembro de la ONU, es uno de los 51
países que fundaron la organización en 1945 e integra varias de sus comisiones
especializadas. La famosa “comunidad internacional” mencionada para hostilizar
a Venezuela por personajuchos como Trump, Piñera, Duque, Lenín Moreno y otros
de su calaña es una burda ficción, como Juan Guaidó, que no llega a sumar 50
países de los 193 que integran las Naciones Unidas.
Por consiguiente, las razones profundas de esta
denegatoria nada tienen que ver con lo que dijo el vocero del FMI y son
las mismas que explican el absurdo préstamo de 56.000 millones de dólares
concedidos al corrupto gobierno de Mauricio Macri y que fuera mayoritariamente
utilizado para facilitar la fuga de capitales hacia las guaridas fiscales que
Estados Unidos y sus socios europeos tienen diseminadas por todo el mundo.
Espero fervientemente que la pandemia (que es económica también) y el desastre
del préstamo a Macri se conviertan en los dos lóbregos sepultureros de una
institución como el FMI que, desde su creación en 1944, sumió a centenares de
millones de personas en el hambre, la pobreza, la enfermedad y la muerte con
sus recomendaciones y condicionalidades. Razones profundas, decíamos, que en
última instancia remiten a algo muy simple: el FMI no es otra cosa que un dócil
instrumento de la Casa Blanca y hace lo que el inquilino de turno le ordena.
Quiere asfixiar a Venezuela y el Fondo hace sus deberes.
No faltarán quienes me achaquen que esta
interpretación es producto de un alucinado antiimperialismo. Por eso he
tomado la costumbre de apelar cada día más a lo que dicen mis adversarios para
defender mis puntos de vista y desarmar a la derecha semianalfabeta y
reaccionaria que medra por estas latitudes. Leamos lo que escribió hace
poco más de veinte años Zbigniew Brzezinski en un texto clásico y uno de mis
libros de cabecera: “El Gran Tablero Mundial. La Supremacía estadounidense y
sus imperativos geoestratégicos” en relación al FMI y al Banco Mundial.
Hablando de las alianzas e instituciones internacionales que surgieron después
de la Segunda Guerra Mundial dijo que “Además, también debe incluirse
como parte del sistema estadounidense la red global de organizaciones
especializadas, particularmente las instituciones financieras internacionales.
El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial se consideran
representantes de los intereses “globales” y de circunscripción global. En
realidad, empero, son instituciones fuertemente dominadas por los Estados
Unidos y sus orígenes se remontan a iniciativas estadounidenses,
particularmente la Conferencia de Bretton Woods de 1944.” (pp. 36-37)
¿Hace falta decir algo más? Brzezinski fue un
furioso anticomunista y antimarxista. Pero como gran estratega del imperio
debía reconocer los datos de la realidad, de lo contrario sus consejos serían
puras insensateces. Y lo que él dijo y escribió es inobjetable. Concluyo
agregando mi confianza en que Cuba y Venezuela, sus pueblos y sus gobiernos,
saldrán airosos de esta durísima prueba a la que se ven sometidos por la
inmoralidad y prepotencia del dictador mundial, que se cree con derechos de
decirle a todo el mundo lo que tiene que hacer, pensar y decir, en este caso a
través del FMI. No habrá que esperar mucho para que la historia le propine una
lección inolvidable, para él y sus lacayos regionales.
( (1)
( Es
sociólogo, politólogo, catedrático y escritor argentino. Doctorado en Ciencia
Política por la Universidad de Harvard. Profesor de la Universidad de Buenos
Aires, investigador del magíster en ciencia política de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Santiago de Chile, y Licenciado
en Sociología con Diploma de Honor por la Pontificia Universidad Católica
Argentina Santa María de los Buenos Aires (UCA).
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